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Se puede decidir por tanto que nuestras preferencias acústicas dependen más de la exposición a un determinado estilo musical que de un rasgo inherente al sistema auditivo. "Es posible que las clases de sonidos para las que podemos adquirir de forma sencilla respuestas estéticas están restringidas por lo que es fácilmente discriminable, y eso está determinado hasta cierto punto por la biología", explica el autor Josh McDermott. Y aunque cree que hay razones para hablar de una habilidad innata para distinguir los acordes que nos parecen más agradables del resto porque hay entre ellos diferencias de armonía, "nuestros datos sugieren que la respuesta estética que se asocia con una clase de sonidos se adquiere mediante la exposición a una cultura", sostiene.
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