|
A mi entender, lo que se está planteando en estos debates es la necesidad de asumir el trabajo con Internet como un proceso de alfabetización digital que tiene que partir casi de los mismos presupuestos que los de la alfabetización normal. En ésta, primero se aprenden las letras y después se forman las palabras que expresan conceptos en un espiral de complejidad creciente. De esta manera, se adquieren las herramientas básicas para aprehender y relacionarse con el entorno a través de la adquisición y digestión de información y conocimiento. A ningún padre o educador se le ocurriría estimular la “formación” de un alumno como algo separado de la lectura. Sin embargo, esto es poco más o menos lo que estamos haciendo con Internet. Sin haber pasado por el proceso de aprendizaje de letras, palabras y conceptos, entramos en la gran biblioteca digital y, de repente, nos damos cuenta que no poseemos ni la más rudimentaria de las brújulas para orientarnos. Como máximo, traemos lo aprendido en el mundo real en cuanto a sistematización y búsqueda de la información. Sabemos que en las bibliotecas físicas, los índices por materias y el orden alfabético juegan un papel primordial para iniciar la indagación de lo que buscamos. E Internet, hasta cierto punto, también recoge estos criterios, pero no sólo. La diferencia sustancial reside en que la biblioteca del mundo físico es unidireccional: consumimos información y conocimiento elaborados por otros. La biblioteca digital es multidireccional: consumimos información y conocimientos que, en gran medida, contribuimos a crear y difundir. Lo fundamental es el proceso constante de interrelaciones que establecemos con los demás. Por tanto, lo importante no es la web, una parte imprescindible, sin duda, del alfabeto digital, pero no la única. Tanto o más lo es el correo electrónico, por donde discurre actualmente casi el 75% de toda la información de Internet.
|