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Mi madre me tenía por tonta. Bueno, por tonta tampoco. O sea, no tonta como la niña la vesina, que esa sya ni iba ar mimmo coregio que nosotrah, ni hablaba normah, y hatta miraba raro y tó. Bueno, cómo sería que, en la casye, loh demáh niñoh no querían jugah con esya. En cambio syo, pa syevah recadoh, pa haseh cosah en la casa y pa hablah con la gente, bien. Syo ná máh que era tonta pa lah cosah der coregio, sobre tó pa lah que había que sabeh leeh y eccribih. Luego que habló con la maettra, mi madre me mandó a craseh de repaso, y, a lo primero, bien, pero deppuéh sya... fatah, porque a la buena mujeh, cuando veía que no me salían lah cosah como esya quería, se la syevaban loh demonioh. Pa mí que me tenía por horgasana. Y, craro, como a mí nadie me preguntaba, poh syo tampoco eppricaba qué me pasaba ni cómo veía bailah lah letrah ni ná. Entonseh me hisieron no sé quantoh teh, me hisieron leeh en voj arta, me preguntaron un montón de cosah, y le dijeron a mi madre que leía lo mimmo que una niña de seih coma cuatro añoh y eccribía lo mimmo que una niña de sinco coma siete. Y no sé cuántah cosah máh. Pero ná, como tampoco me preguntaron que qué me pasaba, poh syo tampoco se loh dije.
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