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La paradoxa no ha passat per alt al zoòleg i matemàtic Nick Goldman, un dels «bibliotecaris de la vida» que s’encarrega de mantenir les bases de dades de l’EBI: mentre que els nostres suports informàtics són fràgils, ocupen espai i són difícils de mantenir, l’ADN pot emmagatzemar una gran quantitat d’informació en molt poc espai, durant milions d’anys. Al gener del 2013, Goldman i el seu equip van anunciar que havien aconseguit transferir 739 modestos kilobits de dades a una cadena d’ADN.
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La paradoja no le ha pasado por alto al zoólogo y matemático Nick Goldman, uno de los «bibliotecarios de la vida» encargado de mantener las bases de datos del EBI: mientras que nuestros soportes informáticos son frágiles, ocupan espacio y son difíciles de mantener, el ADN puede almacenar una gran cantidad de información en poquísimo espacio, durante millones de años. En enero de 2013, Goldman y su equipo anunciaron que habían conseguido transferir 739 modestos kilobytes de datos a una cadena de ADN. Posteriormente, un ordenador consiguió decodificarlos y leer sus contenidos: los 154 sonetos de Shakespeare, un artículo académico, una foto del laboratorio de los investigadores, 26 segundos del más célebre discurso de Martin Luther King y un algoritmo de software. Es solo un comienzo, pero en el EBI tienen grandes metas para la técnica que han desarrollado: su objetivo a largo plazo es conseguir almacenar el equivalente de un millón de CD en un gramo de ADN, con una longevidad mínima de diez mil años.
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